La noche se extendía como un manto oscuro sobre la ciudad, y en nuestro apartamento, la atmósfera era eléctrica, cargada de promesas y deseos reprimidos. Yo, Lucía, estaba acostumbrada a la generosidad de mi esposo, Roberto, quien no solo permitía, sino que alentaba mis encuentros con otros hombres. Su fantasía era verme disfrutar, y esa noche, su deseo estaba a punto de hacerse realidad de una manera que nunca antes habíamos explorado.
Roberto me miró con ojos llenos de lujuria y dijo, «Quiero que invites a Marcos a casa esta noche.» Marcos era el hombre que había capturado mi atención en el gimnasio, con su cuerpo esculpido y su mirada penetrante. La idea de tenerlo en nuestra cama, con Roberto observando, o incluso participando, me llenaba de una excitación que no podía describir.
Marcos llegó con una sonrisa que prometía la satisfacción de deseos ocultos. Sin perder tiempo, Roberto me llevó a la habitación, donde ya había preparado la escena con velas y música suave. «Prepárate, mi amor,» susurró, y con una mirada cómplice a Marcos, comenzó a desnudarme.
Mi coño ya palpitaba con la anticipación mientras Marcos y Roberto trabajaban juntos para quitarme la ropa, sus manos explorándome con una urgencia que solo podía ser fruto de la lujuria compartida. «Quiero verte disfrutar,» dijo Roberto, y me acostó en la cama, mi cuerpo ahora completamente expuesto para ambos.
Roberto se posicionó detrás de mí, sus manos acariciando mi göt, preparándome para lo que vendría. «Esto va a ser increíble,» murmuró. Mientras tanto, Marcos, con una mirada que ardía en deseo, se colocó frente a mí, su polla erguida, lista para penetrar mi coño.
Comenzó el tres ‘sexo en grupo’ con un ritmo que solo podía ser descrito como una danza de placer. Marcos introdujo su polla en mi coño, llenándome con una precisión que me hizo gemir. Al mismo tiempo, Roberto, con una ternura que contrastaba con la intensidad de Marcos, comenzó a penetrar mi culo, creando una sensación dual de plenitud y éxtasis.
Cada empuje era una nueva ola de placer, los dos hombres moviéndose en sincronía, su mierda convirtiéndose en una sinfonía de lujuria. Mis gemidos llenaban la habitación, mezclándose con los gruñidos de placer de ambos hombres. «Siente cómo te llenamos,» susurró Roberto, su voz cargada de pasión.
El ritmo se intensificó, llevándome al borde del orgasmo una y otra vez. Marcos, con su polla profundamente dentro de mi coño, y Roberto, explorando mi culo con su polla, me llevaron a un clímax que me hizo gritar su nombre, perdida en el placer absoluto.
Cuando finalmente se retiraron, me dejaron allí, saciada, mi cuerpo aún vibrando con el eco de nuestro tres ‘sexo en trío’. Esa noche, exploramos los límites de nuestro amor y deseo, y descubrimos que juntos, podíamos alcanzar alturas de placer inimaginables.
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